Criadores ilegales y cazadores mantienen rehalas enteras en bunkers, zulos, cuevas o instalaciones de difícil acceso, lo que hace que estos animales sean invisibles y excluidos de cualquier consideración estadística.Estos animales están condenados a una vida de esclavitud y sufrimiento, malviven hacinados, en unas pésimas condiciones higiénicosanitarias, sin atención veterinaria, sin apenas comida ni agua, privados de luz solar y atados a cadenas de muy corta distancia. Gran parte de los perros de caza que son abandonados cada año son rescatados por protectoras, estando estas colapsadas y subsistiendo sin ningún tipo de ayudas económicas. Es intolerable que los cazadores queden impunesde sus actos de asesinato, maltrato y abandono, y que las protectoras tengan que hacerse cargo de estas víctimas inocentes.

Y Tampoco es justo que la caza sea una actividad subvencionada y legalizada, justificándola como necesaria para el control poblacional de especies (no olvidemos que la mayor parte de víctimas de la caza son criadas en granjas cinegéticas), para la regulación de los ecosistemas, como motor de desarrollo económico y mucho menos,que sea declarada bien de interés cultural.