Entre los sonidos de una colonia felina, apareció una diminuta vida que maullaba con fuerza, como si supiera que era su única manera de pedir ayuda. Así encontraron a Kéfir, un bebé gatuno solo, sin mamá ni hermanos, seguramente abandonado. Aun así, no se rindió: con el cuerpo frágil y los ojos llenos de curiosidad, demostró que las ganas de vivir podían ser más grandes que el miedo.

Desde que fue rescatado, Kéfir no ha dejado de crecer ni de repartir ternura. Es un pequeño explorador, juguetón y cariñoso, que busca mimos, brazos cálidos y un rincón donde sentirse a salvo. Cada día aprende algo nuevo: a confiar, a ronronear y a disfrutar de la compañía humana.

Kéfir ya ha superado la parte más difícil de su historia. Ahora solo le falta lo más importante: una familia que le dé la oportunidad de ser feliz para siempre. En el Arca de Noé de Córdoba, muchos pequeños como él esperan ese mismo milagro. Si no puedes adoptar, ayúdanos difundiendo su historia. Entre todos, podemos cambiar su destino.